Las primeras operaciones de prospección de las mineras Canadienses habían sido
discretas pero siempre a luz de día. Desde el rumbo de Valenciana se veían las
máquinas a lo lejos abriendo caminos discretos por las laderas del cerro, algunos
vecinos sospechaban que algo extraño se traían los de las mineras pero en presidencia
nadie sabía nada. Después de unos meses aparecieron algunas perforaciones
menores en varias zonas, para terminar un año después con detonaciones a cielo
abierto que no tardaron en cubrir decenas de casas con escombros, además de
bloquear una sección entera de la carretera panorámica.
Ni los cinco niños muertos fueron razón suficiente para que alguna autoridad pudiera
detenerlos. El título de concesión era claro, el yacimiento de Sirena era de ellos, los
minerales dentro del cerro eran de las mineras, y para llegar a estos tenían el derecho
de desmoronarlo como un mazapán si era necesario.
Sin embargo las cosas no han sido tan fáciles para las mineras con las otras
“autoridades” que dominan la región. Los años de guerras intestinas entre bandas del
crimen organizado no han dejado ningún rincón del país intacto, y ahora ya son sólo
observadas de cerca por un gobierno sin autoridad y casi inoperante. Las exigencias de
cuotas a industriales y grandes comerciantes como requisito para dejarlos operar en la
región se han incrementado y los métodos de negociación se vuelven cada día más
violentos...
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