miércoles, 3 de agosto de 2016

AZUL CROMADO - Parte II


...

El calor comienza a sentirse algo pesado a pesar de ser temprano en el día. Lo malo es que eran diez mil pesos mas para que trajera aire y la verdad no complete. Así que me aguanto el bochorno que ya me esta haciendo sudar. Son casi las 9:00; lo veo en el reloj del tablero que cada minuto me pone más nervioso. El maldito tráfico es inmenso y parece que nada nos podrá salvar de llegar tarde a nuestros trabajos. Ya faltan solo diez minutos para las nueve y no alcanzo a ver siquiera la punta de la antena de radio del bancote ese de a lado donde nos depositan las quincenas.



Parece que comienza a avanzar el tráfico un poco más rápido, el trailer de enfrente se estremece cuando empieza a avanzar lentamente, enciendo el auto y todos nos movemos en un lento desfile de ansias y estrés a cien por hora. Son las nueve en punto y todo se ha detenido de nuevo. Ahora si, se acabo la fiesta y me pongo a sonar la bocina del auto como loco



 -¡¿de qué se trata cabrones!?, ¡ya se me paso la hora y me rebajan el día!



Pero por más que grito el tráfico permanece estático por varios minutos más. Miro por una de las ventanillas y compruebo que era cierto eso de que las mujeres hasta en el carro se maquillan... y se parece a Margarita la del segundo piso…

-¿que ya tendrá auto también?



Son las nueve con quince minutos y ya casi he perdido todas las esperanzas, el tráfico es lento aunque poco a poco comienzo a ver la antena del banco que se yergue como burlándose de todos... ella que no tiene que ir a ningún lado para trabajar.



-¡Cuarenta minutos tarde! ¡Y no hallo el pinche estacionamiento!... -se suponía que se entraba por Dolores pero no, ay que darle la vuelta a la glorieta y meterse por atrás. Me retraso otros quince minutos haciendo cola para entrar y así, en punto de las diez de la mañana estoy llegando al checador. No me decido si meter la tarjeta o no; ni modo, la introduzco en el reloj y lo peor terminó de suceder... un día menos de sueldo por retraso-



-¡¿y ahora como completo el pago de la tele?! -otra vez a pedirle prestado al payaso de Chacón que no se cansa de mirarme para abajo.-



-¿y la tenencia?... ¡no me acordaba de la tenencia!... -y un día menos de sueldo...y el trafical que se hace en las mañanas... ¿va a ser así todos los días?-



No he dejado de pensar toda la mañana en la tenencia, se me van pegando los minutos y las horas entre los dedos sin que pueda todavía tomar la carpeta con pendientes que me deja doña Estefa en las mañanas... el escritorio esta lleno de papeles y desde el cubículo de enfrente Martita se hace la que no me ha visto como siempre. Ya van dos informes que me llegan al escritorio y no acabo de encontrarme... voy a tener que pedirle prestado al pinche Domínguez... cómo se me fue a olvidar lo de la tenencia, todo por no fijarme bien en las letras chiquitas; ya ni modo de invitar a Martita hoy si ando todo desfalcado.



-Hola Toño, ¿que si es tuyo el auto azul cromado de allá abajo en el estacionamiento? ¿Ya firmaste lo de la mensualidad del cajón?

-¿Cajón? ¿Cuál cajón?”

-Pues el del estacionamiento, ¿a poco creías que era gratis Toño?



 Nunca había odiado tanto a doña Estefa, ni cuando me traía los informes del inventario a fin de mes con esa cara de “ya te quedaste hasta la madrugada Toñito”. ¡Me querían cobrar el mes entero del cajón!, pero ya estábamos a doce y no sabia los cientos de pesos que me iba a costar, si no mejor me quedo en la calle... aunque pensándolo bien los de las grúas siempre andan bien bravos y en una de esas se lo llevan, bueno si es que encuentro lugar en la calle donde estacionar el auto.



Quinientos pesos el mes de cajón de estacionamiento; salí del cajero apretando el dinero en el puño derecho y fui hasta la recepción donde se los di a don Joaquín con la más rabiosa resignación.



-y hubieran sido setecientos Toño, solo porque aquí trabajas y se portan cuates los del edificio... -ahora si a ver que como la semana que viene... ¡puras pinches quesadillas!-



 Son las cinco y media de la tarde y se supone que ya me debía haber ido, no se ni para que me abre quedado hasta tarde, como si alguien aparte del checador se fijara. El camino al estacionamiento es un paseo sombrío junto a mis deudas y mis dudas. Martita ya se fue desde hace rato con Domínguez y ni cuenta de mi auto azul cromado se ha de haber dado.



-Como le voy a pedir dinero prestado a ese cabrón de Domínguez, mejor se lo pido a otro y me ahorro la balconeada con Martita.



El estacionamiento esta casi solo, ahí en un rincón esta mi auto nuevo color azul cromado, estático y esperando. Abro la puerta quitando la alarma, lo enciendo y me dirijo a la salida. Apenas han pisado la calle las llantas delanteras del auto y ya puedo ver la larga línea de autos y camiones esperando cada uno llegar a sus destinos, puedo escuchar el sonido de las bocinas aturdiendo sin piedad a todo oído que se cruza en su camino, la gente a bordo de sus vehículos ni se peina, ni escucha, ni se mueve, ni trabaja, solo mira al frente en un día cualquiera que regresan de un trabajo como todos. Los veo callado y aprieto el acelerador preguntándome cuantas veces se ira repetir esta escena los viernes por la tarde. Es de noche, estoy harto del reggeton en la radio y aún no llego a casa.

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